Textos infinitos

Por obvias razones de autobombo, dejaré unos días en primera posición el mensajito del estreno. Como ahora estamos repasando temas de prensa y demás, descubro material olvidado que ya ni me acuerdo para que se utilizó, o si ni siquiera ha visto la luz. Entre otras cosas, he dado con el siguiente texto de Miguel sobre la peli, creo que lo escribió en Cuenca, donde tuvimos una entrañable presentación de NHF y una curiosa rueda de prensa. Es larguito, así que siéntate.

«Hace bien poco nos hemos dado cuenta de hasta qué punto nos sentimos próximos a los personajes de la película: no que nos identifiquemos con ellos sino más bien que con ellos compartimos una sensación de soledad y desarraigo, la conciencia de estar fuera, en la periferia del cine, en un margen que todavía no sabemos muy bien situar. Esto, curiosamente, se nos revela plenamente ahora, cuando llega el momento de hablar sobre lo que hemos hecho -la obligación de explicarnos-, aunque bien es cierto que ha estado presente todo el tiempo, más o menos clandestinamente, en nuestra actitud, en la manera en que hemos abordado y llevado a cabo el proyecto. La independencia se paga al precio de una cierta indigencia. Era evidente que con esta película emprendíamos una aventura tan descabellada como la que en ella se cuenta. Ahora que la película está acabada lo único que lamentamos es, tal vez, no haber sido todavía más radicales en nuestros planteamientos. (…)

«Desde el principio del proyecto nos ha acechado la idea de familia. La hemos pensado de diversas maneras, pero sobre todo desde la contradicción que se da entre aquella que nos viene impuesta y esas otras que vamos inventando sobre la marcha: la familia obligatoria, la familia deshecha, las familias inventadas para la ocasión. Lo más curioso es que, para hacer la película, todos los que participamos en ella nos convertimos de alguna manera en familia, una familia ficticia cuyo sentido era el trabajo para dar vida a esa otra que los personajes inventan a su manera. Ahí fuimos absolutamente radicales: el director, los actores, los técnicos comiendo codo con codo en la misma mesa. Esas jerarquías tan comunes y penosas en las producciones cinematográficas eran sin duda una de las cosas que más interés teníamos en cuestionar. Y creemos que el ambiente de trabajo que conseguimos, de alguna manera, se respira en la película, forma parte de su encanto y de su fuerza. Pero evidentemente la película es otra cosa. No sabemos muy bien qué, pero desde luego otra cosa que lo que hemos vivido con ella.

Todos los personajes están sumidos en la soledad y son de alguna manera huérfanos, algunos de ellos en más de un sentido. Por ahí podemos encontrar una de las claves de la peli. Pero además, y en cierta manera para sorpresa nuestra, la diferencia racial de dos de los protagonistas -algo que en principio no era más que una nota de color-, ha terminado por imponerse como un elemento esencial. No tratamos el tema de la inmigración ni pretendemos abordar directamente la problemática del racismo. Sencillamente, empezando por querer hablar de una orfandad generalizada, hemos terminado planteando un conflicto familiar y racial. Las historias tienen estas cosas, se transforman constantemente, van imponiendo por sí solas sus líneas de fuerza. Ahora que ya está terminada vemos que nos ha quedado la extraña historia de una descabellada familia con hermanito negro incluido, una historia atravesada de ligereza y humor, de una cierta melancolía, quizás con más concesiones –convenciones- narrativas de las que ahora mismo quisiéramos. (Dicho sea entre paréntesis, hemos trabajado sin cobrar y poder hacerlo depende exclusivamente del público). Esto no nos excusa de nada: hemos hecho la película que queríamos y que éramos capaces de hacer. A partir de ahora, esperamos, ella hablará por sí sola, y por lo menos nosotros podremos callarnos.»