Mar del Plata (1)

18:45 Barcelona. El hecho de que mi hija me despida mientras se pone a llorar no me presagia nada positivo.

19:05 Me encuentro con Oscar en Sants. Pillamos el tren al Aeropuerto.

19:45 En la taquilla para retirar los billetes me doy cuenta de que no llevo el pasaporte. Muy preparado para este viaje parece que no estoy.

20:20 Mari me ha enviado el pasaporte desde casa vía taxi. (Gracias, taxista B1284BNG, que me das el pasaporte mientras escuchas al Justo Molinero a todo trapo). Este incidente hace que retrasemos el vuelo a Madrid a las 21:35, muy justito para conectar con el de Buenos Aires.

23:15 Cinco minutos más y nos quedamos en Madrid. Eso nos dice el de Iberia mientras corremos porque ya están embarcando. Pero luego tanta prisa no está justificada y entramos tras soportar una cola bastante potente, pero no lo suficientemente larga para que se nos seque el sudor de tanta carrera.

Cuchillos de plástico, manta paduana y auriculares, tres peliculas infames y dislocación de cuello. Veintitres horas de viaje y estamos en Mar del Plata, Argentina, tras pasar por Buenos Aires. Alineación: Juanjo + Oscar (Nos hacemos falta), Eduard Fernandez (Fausto 5.0) y Eterio Ortega (Asesinato en Febrero).

Aún no nos hemos situado y nuestro «ángel» Germán (persona designada por el festival para guiarnos durante nuestra estancia) nos dice que a las 20:00 nos preparemos para la inauguración. Muy preparados no se nos ve.

A las 20:30 nos presentamos en el Auditorium, y durante las siguientes tres horas la situación supera lo surreal. Políticos vestidos impecablemente, personal de ambos sexos de edades comprendidas entre 2 y 109 años con atuendos pretendidamente elegantes, pasarela con focos y publico que no nos aplaude porque debe creer que somos los eléctricos, o algo peor, ni rastro de carteles de cine o anuncios de películas, nadie sabe cuando empieza el acto y si incluye proyección o no. Finalmente asistimos a la presentación, con interminable charla de autoridades incluida, al menos yo entiendo lo que dicen, pero la húngara de mi lado que lleva 28 horas de viaje empieza a roncar. La peli no la aguantamos y salimos a pasear, con una caraja de cuidado debido al desfase viajero que tenemos encima.

La provisionalidad del festival nos afecta, no tenemos programa, ni catálogo, nuestro hotel cae muy lejos del centro y nos sentimos realmente desplazados, lejos de todo.

Al día siguiente vemos juntos la peli de Eterio, «Asesinato en Febrero». Al salir se provoca una de esas situaciones en las que hay que hablar del trabajo de alguien a quien acabas de conocer el día anterior. La cosa se resuelve bien, pero no dejo de pensar en el pase de «Nos hacemos falta» mañana, y supongo que Eduard esta haciendo lo mismo con su Fausto. De todos modos, el tiempo empieza a jugar a mi favor, y me siento lo suficientemente alejado de la peli como para evitar la ansiedad, que por ejemplo, tuvimos en Gijón, antes y después del pase. Aquí estoy, estamos lejos, estas letras irán a parar al mismo weblog, pero el que las escribió se encuentra en un estado de ánimo completamente diferente al del último post, al del último mes.

Eduard, Oscar y Eterio entran a ver «Waking Life», y yo me voy a dar un garbeo por la Rambla Casino, bordeando la playa, que resulta bastante alucinante: «cuarteteadores», cantantes cuya oportunidad para operación triunfo paso hace treinta años, pibes jugando futbol playa con un viento de la hostia. Les hago unas fotos (cuanto tiempo sin hacer fotos?), al oir mi acento me preguntan inmediatamente por Saviola, parece un resorte al que me tendré que acostumbrar.

Unas pantallas anuncian el cambio peso-dólar: 2,20. Ayer cambiamos en el aeroparque a 1,90, todo nos resulta escandalosamente barato. A iniciativa de Eduard, invitamos a comer a Germán y Francisco de la organización. Las conversaciones cuando hay algún argentino cerca (o sea la mayoría de las veces) tocan la crisis por uno u otro lado. Los precios de los artículos electrónicos y todo lo que tenga que ver con la importación son escandalosos también, pero por caros, la comida y lo cotidiano (incluidos los libros) están desajustados con respecto al valor del dólar, hay problemas con los precios de la leche, los productores hacen huelga (dice la tele) y una mujer nos dice que la culpa la tienen los inmigrantes los ecuatorianos, los bolivianos, que revientan los salarios (?!!). Lo último es buscar un locutorio para subir este post. Lo tengo fácil, porque hay uno en cada esquina…